miércoles, 6 de mayo de 2015

LA ÉTICA DE KANT 1/2 (VIDEO)


 
LA ÉTICA DE KANT

1.EL HECHO DE LA MORALIDAD

            En la crítica de la razón pura especulativa Kant parte de un hecho incuestionable: la ciencia de Newton. Es un hecho que sabemos a priori y de manera absoluta cosas de los objetos. Es un hecho que cada vez sabemos más cosas de los objetos. Estas eran las dos características que a Kant le parecían indiscutibles en la ciencia, es decir, la ciencia es sintética y a priori. Luego se preguntaba cómo era esto posible: saber con independencia de la experiencia, a priori, algo sobre los objetos. Esto era posible porque el hombre, la razón pura del hombre, manipula de alguna manera lo que conoce. Imprime una forma a los objetos y esta forma luego dice que es del objeto, pero lo cierto es que el sujeto la ha imprimido antes en el objeto. Es decir, que conocemos a priori lo que antes hemos puesto en el objeto. Lo que la razón pura ha puesto antes en los objetos (espacio, tiempo y categorías).

            En la crítica de la razón pura práctica Kant parte de otro hecho: la conciencia moral del hombre. ¿En qué consiste este hecho? Primeramente consiste en que todos los hombres estamos capacitados para juzgar las acciones humanas como buenas (convenientes, correctas) o malas (inconvenientes, incorrectas). Además podemos emitir estos juicios sin necesidad de ir a la experiencia. No es necesario que yo vea a Juan robar para poder juzgar que esta acción es mala. El hecho moral tiene pues un factor a priori, como la ciencia. Los juicios morales son, además, universales y necesarios. Asesinar no es bueno para unos y malo para otros. Es malo universalmente para todos y en todo tiempo. No podemos tampoco concebir una situación en que sea bueno asesinar, es pues necesariamente malo. Es evidente que para Kant la moral no es relativa sino absoluta.



2.LA LEY MORAL UNIVERSAL

               Igualmente que hizo Kant en la física se pregunta ahora: “¿cómo es posible el hecho moral?”. El hecho moral consiste, como vimos, en la emisión de juicios de valor universales, necesarios y por tanto absolutos y a priori. Ahora bien, si la moralidad tiene un factor a priori (y por tanto universal, necesario y de validez absoluta), tiene que ser porque la razón, en este caso en su función práctica, interviene en la construcción de estos juicios. La matemática o la física es universal, necesaria y con validez universal, porque tiene un factor a priori donde la razón interviene de manera activa con el espacio, el tiempo y las categorías.

            Ahora bien, lo único que puede aportar la razón son formas vacías de contenido. La razón en su uso práctico aporta una forma a priori de la moralidad que viene a explicar el hecho moral tal como lo entiende Kant. Esta forma a priori de la moralidad se denomina ley moral universal o imperativo categórico, y se enuncia de varias formas: “Obra de tal modo que la máxima que rige tu conducta sea deseable aplicarla como ley universal a toda la humanidad” o bien, “considera siempre a un ser humano como un fin y nunca como un medio”.

            Esta ley universal que pone la razón no nos dice qué hacer; pero nos da la pista para saber qué hacer en cualquier situación. Ante una circunstancia en que nos planteemos robar a otra persona, por ejemplo, la razón no nos dice “no robes”. No nos lo dice al menos directamente. Nos dice solamente que actuemos de modo que la máxima de nuestro comportamiento, en este caso robar, sea deseable que la siguiese todo el mundo. Es decir, nos propone un experimento mental. Veamos que resulta de este experimento mental. ¿Puedo yo desear que toda la humanidad actúe conforme a esta máxima: robar, siendo mi familia, mis amigos e incluso yo mismo objeto de robo? ¿Sería, en definitiva, mejor un mundo donde todo el mundo robase o fuese lícito robar? No, no puedo desear esto, luego deduzco que no se debe robar. De igual modo deducimos que no se debe asesinar, mentir, etc. Es por esto por lo que todos coincidimos en considerar que robar, asesinar o mentir es malo, porque se basa en una ley universal que proviene de la razón en su aspecto práctico y está, como el espacio, el tiempo y las categorías, presente en todo ser humano. Tanto la ley universal como los mandatos que se derivan de ella son denominados por Kant como imperativos categóricos.


3.ACCIÓN MORAL E INMORAL

 La acción moralmente correcta

               Imaginemos un tendero que tiene la posibilidad de engañar a un niño que le demanda un caramelo. Si el tendero, aun pudiendo, no engaña al niño indefenso, consideraremos que su acción es virtuosa. En este caso el tendero ha realizado su acción por respeto a la ley universal y obedeciendo el imperativo categórico de no robar incondicionalmente. Toda acción que se realiza por deber, obedeciendo al imperativo categórico, es una acción moralmente correcta desde el punto de vista de Kant.

 La acción inmoral contra la ley

            Si el tendero en cuestión roba efectivamente al niño actuando en contra de un imperativo categórico que le indica no robar, la acción es claramente inmoral o moralmente incorrecta. Toda acción regida por un imperativo hipotético y en contra del deber es una acción inmoral.

La acción inmoral conforme a la ley

               Imaginemos otro tendero que tiene la posibilidad de engañar a un niño indefenso que le reclama un caramelo. En la tienda y contemplando la escena se encuentra una señora que espera su turno. El tendero no engaña al niño (no le cobra de más), pero lo que guía su acción es la posibilidad de que la señora que ve la escena pueda comprobar que su acción es honrada y él una persona honesta. Si engañase al niño y la señora lo viese y lo contase a todos los futuros clientes su negocio iría a la ruina. El tendero ha hecho algo inmoral y su acción no tiene mérito alguno. Digamos que su acción es conforme a la ley moral, sin contradecir la ley, pero no por la ley. Su acción se ha guiado por un imperativo hipotético: “si quieres que tu negocio marche bien, no robes al niño”. Toda acción que se rige por un imperativo hipotético, pero conforme a la ley moral, como en este caso, es también una acción inmoral.


4. AUTONOMÍA Y FORMALISMO

            Antes de Kant todas las teorías éticas eran materiales. Toda ética material propone unos contenidos: un fin de nuestras acciones y unas normas para alcanzarlo; se rige, además, por imperativos hipotéticos y el hombre aparece como esclavo y determinado por inclinaciones y factores externos constituyendo una moral heterónoma.

               Consideremos un ejemplo de moral material: la moral hedonista de Epicuro. Propone Epicuro un contenido concreto: el fin del hombre es el placer y si queremos alcanzarlo debemos seguir ciertas normas; comer con mesura, por ejemplo. Es evidente que la ética de Epicuro se rige por imperativos hipotéticos: “si quieres el placer, come con moderación”. Además, la ética de Epicuro considera al hombre esclavo de cosas externas y de su  propia inclinación o deseo, en este caso el placer. Es una moral heterónoma. El hombre no se da a si mismo la ley por la cual se rige.
            La ética de Kant es formal, no propone contenidos, ni fines a seguir ni normas para conseguirlo, sólo propone una forma vacía: la ley universal de toda moralidad. La acción moral se realiza incondicionalmente, por respeto a la ley moral, siguiendo el mandato de un imperativo categórico: “no robes o no asesines. No porque quieras ser feliz o no ir a la cárcel, sino porque no debes hacerlo, sin más”. La moral kantiana es además autónoma. El hombre se da a sí mismo la ley y no se somete a factores externos a su voluntad como el deseo, el instinto u otra inclinación ajena a la razón. El hombre es pues verdaderamente libre. 

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