miércoles, 9 de diciembre de 2015

LA ÉTICA DE KANT 2/2 (VIDEO)




LOS POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA 
1. ¿Qué es un postulado? 
En matemáticas o en física se suelen admitir proposiciones sin comprobar su verdad. Esto es; se postulan y constituyen postulados. La razón de estos postulados es que si consideramos que son verdad, aunque no tengamos una certeza absoluta sobre ellos, todas las demás proposiciones de la teoría o el teorema en cuestión encajan en un todo unitario, y la explicación adquiere un cierto sentido y verosimilitud. Por ejemplo, en geometría es famoso el postulado de las paralelas: “Dos rectas que tienen todos sus puntos respectivos a la misma distancia no se cortarán jamás, o se cortarán en el infinito, al ser prolongadas indefinidamente”. En física relativista existe otro postulado famoso: “La velocidad de la luz es constante independientemente de la fuente de emisión”. En rigor no se ha comprobado que las rectas paralelas no se corten nunca. Tampoco Einstein hizo experimentos para demostrar la constancia de la velocidad de la luz. ¿Por qué se admiten entonces? Si consideramos verdaderas estas proposiciones la geometría y la física adquieren más sentido y verosimilitud. Digamos que todo se hace más comprensible, lógico y armonioso. La admisión de un postulado no es un acto de fe pura, pero tampoco es una certeza científica al uso. Podríamos considerarlo como algo intermedio, una cierta fe racional. Kant, desde las exigencias de la razón práctica, propone tres postulados que se deben admitir: la libertad humana, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. 

2.Postulado de la libertad humana. 
Si un ser no es libre no puede ser moral.El hombre, en algún sentido, no es moral ni por tanto libre. Si nos tiramos por la ventana nuestro cuerpo está determinado, como los minerales, por las leyes de la física. Una vez en el aire no somos libres de caer o no caer. Desde que nacemos desarrollamos, crecemos, mudamos los dientes, etc. Estos procesos son “vegetativos” y se realizan como el crecimiento y desarrollo de una planta, sin nuestro permiso. También el hombre posee, como los animales, instinto. Cuando tenemos sueño, dormimos. Cuando tenemos hambre, comemos. En algún sentido estamos, como los animales, condicionados por nuestro instinto. No obstante, esto no es del todo cierto. La moralidad en el hombre, como hemos visto, es un hecho incuestionable. El hombre hace cosas buenas o malas, puede trascender el instinto y no comer aunque tenga hambre, por ejemplo en una huelga de hambre. Esto nos diferencia de los demás seres naturales. Por lo tanto si no queremos caer en el absurdo, en el sinsentido, debemos suponer que el hombre es libre. No tenemos una prueba absoluta de la libertad humana. Aun trascendiendo el instinto, nuestra acción podría estar determinada por otros factores desconocidos por nosotros o por un dios bromista que nos utilizase como piezas de ajedrez. Pero como estamos persuadidos de que el hombre es moral debemos admitir, postular, que es también libre. Si no fuese así ni las cárceles que castigan ni los premios literarios o científicos que reconocen una acción meritoria, tendrían sentido ¿Cabe premiar o castigar a alguien que no elige ni es responsable de lo que hace? La deducción de Kant es de este talante: como el hombre es moral debe de ser libre. La libertad humana es una exigencia de la razón práctica, aunque no haya certeza absoluta sobre ella. En algún sentido, dice Kant, somos fenómenos en el espacio y el tiempo y en este sentido corporal, vegetal y animal, somos seres determinados y no libres; pero en otro sentido podemos ser considerados como noúmenos pues poseemos una voluntad íntima independientemente del espacio y el tiempo y no sometida a leyes científicas. Somos en este sentido seres libres. 

 3.Postulados de la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
 Si nuestras acciones se realizan siempre por deber alcanzamos la virtud. Ahora bien, el hombre virtuoso merece la felicidad como recompensa, merece un premio. El hombre que no actúe por deber sino en contra de éste, perjudicando siempre a otras personas si fuese necesario, merece un castigo. Sin embargo el mundo no es como debe ser y en el mundo encontramos a menudo hombres virtuosos sumamente desgraciados y hombres no virtuosos que viven una existencia plácida y regalada. Aquello de “con lo bueno que es y lo mal que se han portado con él” o “con lo honrado que es y está encarcelado” o “sabemos que es un criminal, sin embargo es rico y disfruta de libertad, no hay derecho”. Estas injusticias se dice popularmente que “claman al cielo”, es decir, que estas injusticias exigen, de algún modo, que se solucionen; y por eso exigen un cielo, un más allá. Éste es el sentido que tiene la postulación de la existencia de Dios y la inmortalidad del alma por la razón práctica. No podemos demostrar ninguna de estas afirmaciones, pero podemos postular que deben ser verdaderas para que la armonía moral se restablezca; para que el malvado sea castigado y el virtuoso recompensado con la felicidad. Dios pues debe existir y debe existir también otra vida (el alma ha de ser inmortal) en la cual Dios, supremo juez, restablezca este orden y de felicidad a quien la merece y no la de correspondientes, tenderá a un ideal utópico de santidad. El cielo y el infierno que Dios propone tiene pues un sentido pedagógico. Todos tendemos en la eternidad del tiempo a perfeccionar nuestra alma y a consolidarla como una voluntad buena. En este ideal, nunca realizado en la tierra, el deber y el deseo, normalmente por distintos camal que no la merece. Kant considera que Dios, juez supremo, es además bueno y en un proceso infinito el alma humana, tras recibir premios y castigosinos, se reconcilian en un estado final de felicidad idílico. 

sábado, 14 de noviembre de 2015

LA METAFÍSICA DE ARISTÓTELES




HILEMORFISMO 
Aristóteles llama a la cosa concreta sustancia primera, pero conformando esta sustancia primera están la materia y la forma, inseparables, pero distinguibles en nuestra mente. La materia (Hyle) es de lo que está hecha una cosa. La forma (Morfo) puede ser forma esencial (sustancia segunda o esencia) o forma accidental (accidentes). ¿Qué es la esencia? Las características de esa cosa que hacen que el objeto en cuestión pertenezca a esa clase de objetos, de suerte que si a la cosa le quitamos una o varias de esas características o cualidades esenciales dejaría de ser esa clase de cosa. Lo que hace que una silla sea una silla o lo que hace que un hombre sea hombre.¿Qué son los accidentes? Los accidentes son aquellas cualidades o características que no son necesarias a un objeto para que dicho objeto pertenezca a una clase determinada de cosas, de suerte que si cambiamos una o varias de aquellas características la cosa no cambia de clase ni deja de ser lo que era. Existen multitud de accidentes según Aristóteles, pero los tres más importantes son los siguientes: cualidad, cantidad y localidad. Veamos esto con un ejemplo: la sustancia primera de esta silla es un objeto cercano de cuatro patas rojas con un soporte horizontal de pequeño tamaño y un respaldo. La esencia o sustancia segunda serían las patas, el soporte horizontal y el respaldo que posee el objeto. Y los accidentes su cercanía (localidad), su color rojo (cualidad) y su pequeño tamaño (cantidad). Si esta silla tuviese otro color, estuviese más lejos o fuese más grande seguiría siendo una silla; pero si no tuviese respaldo, no tuviese patas o no tuviese soporte podríamos dudar de que fuese una silla, podría ser una banqueta o un mero tablero. 

REFLEXIÓN SOBRE LA ESENCIA Y LOS ACCIDENTES
 Resulta que las esencias son como definiciones generales de las cosas. ¿No se parecen demasiado a las Ideas platónicas? La esencia es como la Idea, un universal que sirve para los particulares, tiene un carácter estático e inmutable. ¿Y los accidentes, no nos recuerdan un poco al falso mundo sensible de Platón, siempre cambiando y tan poco fiables, aquellas realidades secundarias, aquellas sombras o reflejos de la verdadera realidad? No hay pues dos mundos; pero las cosas tienen ahora dos niveles. Pero qué es lo real de lo real. ¿Qué es lo que debo conocer? ¿Cuál es el objeto de conocimiento los accidentes o las esencias? El objeto de conocimiento será la esencia, que es en el fondo lo más real de lo real. Los accidentes son pues la parte menos real de la cosa. Lo que da consistencia real a lo real serán los conceptos universales, estáticos e inmutables: las Ideas platónicas en el fondo. A Aristóteles, como a Platón, le parece que no puede haber ciencia del accidente, ¿cómo conocer lo que está continuamente cambiando? Sólo el universal es objeto de conocimiento. Aristóteles es ciertamente muy distinto a Platón, pero, ¡ojo!, no tanto: conocer es conocer Ideas dirá Platón y conocer es conocer esencias dirá Aristóteles. 

POTENCIA Y ACTO 
 Hay leyes que rigen los cambios. De una semilla puedo esperar diversos cambios. Yo puedo coger la semilla y pintarla de amarillo o puedo plantar la semilla y regarla, con el tiempo tendremos un árbol. La semilla puede ser otra cosa o puede ser la misma cosa, pero con distinta cualidad o accidente. Las posibilidades de cambio de una semilla son distintas a las de un martillo. Un martillo y una semilla no son un árbol, pero la semilla puede llegar a serlo, tiene esa posibilidad y el martillo no, aunque lo entierre y lo riegue. Decimos entonces que en algún sentido la semilla es un árbol, pues tiene esta posibilidad. Decimos que la semilla es un árbol en potencia y es una semilla roja en potencia. La potencia es la capacidad o posibilidad de recibir desde fuera o de desarrollar a partir de sí una nueva actuación o determinación. La potencia activa, entelequia o privación, es la posibilidad o capacidad de desarrollar a partir de sí una nueva determinación. La semilla tiene la potencia activa de ser árbol. La potencia pasiva es la posibilidad o capacidad de recibir desde fuera una nueva determinación. La semilla que es naturalmente blanca tiene la potencia pasiva de ser roja pues alguien podría pintarla. El acto es la capacidad o posibilidad concretada, determinada, actualizada, hecha realidad. El árbol que vemos es árbol en acto porque es real y actualmente un árbol. La semilla es árbol en potencia porque es posible que llegue a serlo. La potencia está pues relacionada con la posibilidad y en cierto sentido con la materia. Un bloque de mármol puede ser un número indeterminado de esculturas. El bloque de mármol tiene mayor potencialidad que la escultura acabada. El acto está relacionado con la realidad y en cierto sentido con la forma. Cuando el mármol se convirtió en El David de Miguel Ángel decimos que la escultura concreta es real no solo posible, porque el proceso ha concluido y la forma se ha concretado. Los conceptos potencia y acto son conceptos relativos. Cualquier objeto natural es potencia respecto a algo y acto respecto a otro algo. Un árbol es árbol en acto, pero es leña en potencia. La leña es leña en acto, pero ceniza en potencia. El cambio es, pues, entendido como el paso de la potencia al acto. 

CAUSAS DE TODO CAMBIO 
 Aristóteles consideraba que todo cambio se explicaba totalmente apelando a cuatro causas. Aclaremos antes que parta los griegos movimiento y cambio es lo mismo y no sólo se refieren al movimiento de traslación o local sino a toda transformación o variación de un ser, y que causa y explicación es también lo mismo y no sólo se refieren a la causa efectiva y concreta de un cambio. Dicho esto, para Aristóteles todo cambio quedará totalmente resuelto cuando especifiquemos las cuatro causas, explicaciones o factores que den razón de él: 1ª)causa material. Es la materia del objeto que cambia. Atendiendo al ejemplo clásico del escultor que se propone realizar una figura, la causa material será el mármol de dicha obra. 2ª)causa formal. Es la nueva determinación, la nueva actualización del objeto. En el ejemplo del escultor es la figura que el escultor ha imprimido o se propone imprimir al mármol. Coincide con la forma. 3ª)causa eficiente. Es el agente concreto que hace posible el cambio. En la Física Clásica se denomina causa mecánica. En el ejemplo del escultor será la mano y el cincel que esculpe el mármol. 4ª)causa final. Es el paraqué, el motivo final del proceso, la finalidad del cambio. En el ejemplo del escultor puede ser el ornamento o el culto religioso. La finalidad está presente como motivo en el principio del cambio y de una manera explícita cuando el cambio ha concluido. 

TELEOLOGÍA 
Aristóteles consideraba que todos los procesos ya fuesen naturales o artificiales (creados por el hombre) tenían estas cuatro causas. Una silla está hacha de madera y un árbol también. He aquí la causa material de un objeto natural y artificial. La madera de la silla tiene una estructura, un orden, una forma que le hace ser silla y la diferencia de las demás cosas de madera. De igual modo la madera del árbol tiene un orden o estructura que le hace ser árbol y lo diferencia de los demás objetos de madera. Esta forma particular es la causa formal. La silla ha necesitado de un agente concreto que realizase lo que era antes un solo proyecto o forma de silla; esto es las manos del carpintero. Igualmente la madera semilla ha necesitado de un agente concreto que realizase la forma de árbol que sólo era un proyecto. Este agente motor es la naturaleza de semilla. Estos dos agentes son las causas eficientes. Cuando contemplamos una silla automáticamente sabemos que alguien inteligente la ha hecho, pues tiene un orden muy difícil de explicar por el mero azar. También sabemos que tiene un sentido una finalidad, que se ha hecho para algo, porque lo que tiene orden y está hecho por alguien inteligente tiene un propósito, fin o función determinada. Aun en el caso de que nunca hayamos visto una silla podremos dudar para qué sirve, pero no que sirve para algo, que tiene un fin (aunque no conozcamos el fin concreto del objeto). Aristóteles considera que todos los objetos naturales poseen un orden y complejidad muy difícil de explicar por el mero azar. Tanto una piedra como un ser humano, pasando por animales y plantas, le parecen a Aristóteles objetos ordenados como los objetos artificiales. Puesto que están ordenados implican una inteligencia y han de tener una función o una finalidad. ¿Cuál es la causa final, el fin, de los procesos naturales? Aristóteles era naturalista, se ocupó, por tanto, de estudiar a los animales y plantas de una forma muy profunda y observó, admirado, que los animales y plantas poseen órganos y estructuras muy especializados y complejos. Tales órganos desempeñaban siempre una función que repercutía en un beneficio, en un bien, para el animal concreto o para la especie. El olfato para un perro, las orejas para un murciélago o el aguijón en una abeja, son una excelente ayuda para el animal que lo posee. Aristóteles extrapoló estas observaciones de animales y plantas a todo objeto natural, y pensó que el fin de todos sus cambios naturales era siempre su bien, su perfección en tanto que eran lo que eran. Un perro con buen olfato es más perfecto como perro que otro que no lo tiene tan bueno o que lo perdió por enfermedad. Por eso en Aristóteles fin, bien y perfección son la misma cosa. Es precisamente esta explicación del mundo apelando a la causa final para todos los objetos y procesos naturales la que se conoce como teleología (Telos significa en griego finalidad) . La teleología es pues la prioridad de la causa final en todo proceso natural. 

TEOLOGÍA 
Dado que en el mundo hay movimiento es menester explicarlo. Cuando algo está en reposo no preguntamos cuál es la causa de este reposo. Parece, al menos le parecía a Aristóteles, que el reposo no necesita explicación; pero sí el movimiento. Puesto que hay movimiento en el mundo, ¿cuál es su causa? Parece evidente que todo lo que se mueve es movido por algo que a su vez ya estaba en movimiento. Pero explicar el movimiento de una bola de billar, por ejemplo, por el choque de otra bola de billar que se encontraba en movimiento previamente es no explicar nada ¿Cuál es la causa del movimiento de esta segunda bola de billar? La serie de bolas en movimiento no podría ser infinita. Aristóteles deduce que ha de existir una causa última, un motor inmóvil que sea el causante originario de todo movimiento. Necesariamente ha de ser un motor inmóvil, pues si se moviese requeriría explicación (¿quién lo mueve?), pero lo que busca Aristóteles es una explicación absoluta y lo inmóvil es el paradigma para Aristóteles de lo que no requiere explicación. Ahora bien, cómo puede algo mover sin moverse él mismo. Aristóteles decía del primer motor que mueve como el amado al amante. El origen y causa de todo movimiento es la atracción erótica que el primer motor ejerce. Esta inteligencia suprema y primer motor inmóvil que mueve el mundo por atracción erótica es identificado con Dios. ¿Qué más cosa nos permite saber la especulación teológica de Aristóteles? Dios no sólo no se mueve sino que no puede moverse. Si pudiese moverse requeriría explicación y él es la suprema explicación. Pero si no se puede mover ha de ser inmaterial. Si fuese material se podría mover, bastaría un empujón. Si Dios no es materia sólo puede ser una cosa: forma. Lo que es totalmente forma sin nada de materia es acto puro sin nada de potencia. En Dios nada “puede ser” sino que lo es todo efectivamente, realmente. De aquí se deduce, por último, su perfección, pues es infinitamente más perfecto el acto que la potencia. De la misma forma que es más perfecto el árbol que la semilla o la escultura de La piedad de Miguel Ángel que el previo bloque de mármol. ¿Cuál es la actividad de este Dios, ser perfecto y realísimo? No puede desear porque entonces implicaría que algo le falta y a Dios, ser perfecto, nada le falta. No puede sentir pues podría entonces sentir dolor y esto es una imperfección. Lo único que puede hacer es pensar. Dios es un pensamiento que se piensa a sí mismo.

jueves, 22 de octubre de 2015

LA FILOSOFÍA DE HERÁCLITO (VIDEO)


             
HERÁCLITO DE ÉFESO (544 -484 a. de C.)

            Heráclito de Éfeso quiere tomar partido por la afirmación del movimiento y el cambio, y en este sentido renuncia al camino de la razón lógica.

            Los sentidos me muestran que hay movimiento y cambio. “El movimiento existe”, esta será la primera gran afirmación de Heráclito. Ahora bien, ¿cuál es la verdadera naturaleza del  movimiento? Una observación ingenua de la Naturaleza me hace pensar que existen cosas que permanecen y  cosas y cualidades de cosas que cambian. Por ejemplo una flor cambia día a día, pero no de una forma radical. La flor que hoy tiene cincuenta pétalos mañana tiene cuarenta y nueve porque uno se le ha caído. Pero la flor permanece. La flor es hoy y mañana la misma flor, aunque se le haya caído un pétalo. Juan es rubio hoy y mañana se torna canoso. No obstante, Juan permanece siendo el mismo hoy y mañana. Juan es Juan en cada uno de los instantes de su vida. Aunque cambien algunas cualidades de Juan, Juan mismo no parece cambiar. La observación ingenua de los cambios naturales nos llevaría a afirmar que, aunque algo cambia, siempre hay algo que permanece. No obstante Heráclito abandona la observación ingenua de la Naturaleza y realiza una reflexión filosófica que la rectifica pretendiendo ser más fiel a los sentidos que los propios sentidos. La reflexión de Heráclito podría ser de este talante: ocurre a veces que las cosas cambian tan lentamente que tenemos la ilusión perceptiva de que en el fondo no cambian, que algo fundamental en ellas siempre permanece. Así pues, la flor y Juan, decimos, son siempre ellos mismos. Si una película rodara toda la vida de la flor y de Juan desde sus nacimientos a sus muertes y luego la pasáramos a cámara  rápida, esta ilusión se desvanecería. Nos percataríamos entonces de que la flor y Juan son un puro proceso y no hay nada que estuviese en el primer día de la flor o de Juan que continuase estando en el último. Efectivamente el Juan de 10 años es de aspecto rubio, menudo y de carácter alegre y el Juan de 50 es taciturno y algo más grueso. ¿Será la pura materialidad que constituye a Juan lo que permanece? Craso error, hoy sabemos que al cabo de 8 años ninguna célula de nuestro cuerpo se conserva ya. Las células se renuevan (quizá algunas neuronas permanecen, pero dado que son cuerpos vivos también padecen cambios, y lo mismo que decimos de Juan podríamos decir de cada una de las neuronas de nuestro cerebro) ¿Serán los recuerdos de Juan lo que define su identidad? Juan a los 30 años tuvo un accidente y perdió la memoria (en cualquier caso, todos sabemos lo poco fiables que son nuestros recuerdos. Inventamos escenas y olvidamos otras muchas). No decimos por ello que Juan ya no es Juan, sino que Juan perdió desgraciadamente la memoria. Pero si no permanece en Juan su carácter, su aspecto físico, su materia ni sus recuerdos, ¿qué permanece entonces? Heráclito lanza pues su segunda gran reflexión: todo cambia y nada permanece. Para explicar este concepto Heráclito recurre a una metáfora y dice que el arche es el fuego. Con ello no quería Heráclito competir con los filósofos jónicos. No quería decir realmente que la realidad fuese fuego, sino que la realidad es tan inestable, tan dinámica como el fuego. Aunque, ¿quién sabe? Quizá quería decir también que la realidad es fuego. En Heráclito, como veremos, no es incompatible este planteamiento dual de la cuestión.

            ¿Cómo expresamos ahora el fluir de la naturaleza admitiendo la no permanencia de algo en ese fluir? Volvamos a Juan. Si Juan a los 20 años es Juan y a los 50 es Juan, pero nada permanece en el Juan de los 50 de el de los 20, también podemos decir en cada momento que Juan no es Juan. Así pues Juan es Juan y no es Juan. La realidad es y no es. En cada momento podemos decir que existe eso que existe; pero como todo es fugaz, en el momento deja de existir y existe entonces lo que no existe. Heráclito expresa esta idea de continuo devenir y fluir de la realidad afirmando que nunca nos bañamos dos veces en el mismo río porque las aguas son siempre diferentes. Si el río son las aguas y las aguas son en todo momento distintas, el río nunca es el mismo. En este punto muchos de los presentes empezareis a entender porqué a Heráclito le llamaban el oscuro. La postura epistemológica de Heráclito le ha llevado a un lenguaje explicativo que en cierto sentido nos confunde. El discurso de Heráclito no es lógico, y si no hay razón lógica la comunicación de nuestro pensamiento se oscurece.
            Que Heráclito no sea lógico no quiere decir que no sea racional. Heráclito considera no obstante que la naturaleza, el cambio, se puede comprender en algún sentido. Es cierto que no hay una sustancia que permanezca en los cambios, pero los cambios no están regidos por el azar. Existe una ley necesaria  que rige todos los cambiosHeráclito la llama Logos y este logos nos da una cierta garantía de inteligibilidad del propio fluir.
          Heráclito acaba de inaugurar una nueva forma de razón que se expresa por oposiciones y contrarios y que nada tiene que ver con la razón lógica de lo permanente: la razón dialéctica. Hará falta llegar a Hegel, filósofo alemán del siglo XIX, para entender esta razón en un sentido más amplio.

miércoles, 6 de mayo de 2015

LA ÉTICA DE KANT 1/2 (VIDEO)


 
LA ÉTICA DE KANT

1.EL HECHO DE LA MORALIDAD

            En la crítica de la razón pura especulativa Kant parte de un hecho incuestionable: la ciencia de Newton. Es un hecho que sabemos a priori y de manera absoluta cosas de los objetos. Es un hecho que cada vez sabemos más cosas de los objetos. Estas eran las dos características que a Kant le parecían indiscutibles en la ciencia, es decir, la ciencia es sintética y a priori. Luego se preguntaba cómo era esto posible: saber con independencia de la experiencia, a priori, algo sobre los objetos. Esto era posible porque el hombre, la razón pura del hombre, manipula de alguna manera lo que conoce. Imprime una forma a los objetos y esta forma luego dice que es del objeto, pero lo cierto es que el sujeto la ha imprimido antes en el objeto. Es decir, que conocemos a priori lo que antes hemos puesto en el objeto. Lo que la razón pura ha puesto antes en los objetos (espacio, tiempo y categorías).

            En la crítica de la razón pura práctica Kant parte de otro hecho: la conciencia moral del hombre. ¿En qué consiste este hecho? Primeramente consiste en que todos los hombres estamos capacitados para juzgar las acciones humanas como buenas (convenientes, correctas) o malas (inconvenientes, incorrectas). Además podemos emitir estos juicios sin necesidad de ir a la experiencia. No es necesario que yo vea a Juan robar para poder juzgar que esta acción es mala. El hecho moral tiene pues un factor a priori, como la ciencia. Los juicios morales son, además, universales y necesarios. Asesinar no es bueno para unos y malo para otros. Es malo universalmente para todos y en todo tiempo. No podemos tampoco concebir una situación en que sea bueno asesinar, es pues necesariamente malo. Es evidente que para Kant la moral no es relativa sino absoluta.



2.LA LEY MORAL UNIVERSAL

               Igualmente que hizo Kant en la física se pregunta ahora: “¿cómo es posible el hecho moral?”. El hecho moral consiste, como vimos, en la emisión de juicios de valor universales, necesarios y por tanto absolutos y a priori. Ahora bien, si la moralidad tiene un factor a priori (y por tanto universal, necesario y de validez absoluta), tiene que ser porque la razón, en este caso en su función práctica, interviene en la construcción de estos juicios. La matemática o la física es universal, necesaria y con validez universal, porque tiene un factor a priori donde la razón interviene de manera activa con el espacio, el tiempo y las categorías.

            Ahora bien, lo único que puede aportar la razón son formas vacías de contenido. La razón en su uso práctico aporta una forma a priori de la moralidad que viene a explicar el hecho moral tal como lo entiende Kant. Esta forma a priori de la moralidad se denomina ley moral universal o imperativo categórico, y se enuncia de varias formas: “Obra de tal modo que la máxima que rige tu conducta sea deseable aplicarla como ley universal a toda la humanidad” o bien, “considera siempre a un ser humano como un fin y nunca como un medio”.

            Esta ley universal que pone la razón no nos dice qué hacer; pero nos da la pista para saber qué hacer en cualquier situación. Ante una circunstancia en que nos planteemos robar a otra persona, por ejemplo, la razón no nos dice “no robes”. No nos lo dice al menos directamente. Nos dice solamente que actuemos de modo que la máxima de nuestro comportamiento, en este caso robar, sea deseable que la siguiese todo el mundo. Es decir, nos propone un experimento mental. Veamos que resulta de este experimento mental. ¿Puedo yo desear que toda la humanidad actúe conforme a esta máxima: robar, siendo mi familia, mis amigos e incluso yo mismo objeto de robo? ¿Sería, en definitiva, mejor un mundo donde todo el mundo robase o fuese lícito robar? No, no puedo desear esto, luego deduzco que no se debe robar. De igual modo deducimos que no se debe asesinar, mentir, etc. Es por esto por lo que todos coincidimos en considerar que robar, asesinar o mentir es malo, porque se basa en una ley universal que proviene de la razón en su aspecto práctico y está, como el espacio, el tiempo y las categorías, presente en todo ser humano. Tanto la ley universal como los mandatos que se derivan de ella son denominados por Kant como imperativos categóricos.


3.ACCIÓN MORAL E INMORAL

 La acción moralmente correcta

               Imaginemos un tendero que tiene la posibilidad de engañar a un niño que le demanda un caramelo. Si el tendero, aun pudiendo, no engaña al niño indefenso, consideraremos que su acción es virtuosa. En este caso el tendero ha realizado su acción por respeto a la ley universal y obedeciendo el imperativo categórico de no robar incondicionalmente. Toda acción que se realiza por deber, obedeciendo al imperativo categórico, es una acción moralmente correcta desde el punto de vista de Kant.

 La acción inmoral contra la ley

            Si el tendero en cuestión roba efectivamente al niño actuando en contra de un imperativo categórico que le indica no robar, la acción es claramente inmoral o moralmente incorrecta. Toda acción regida por un imperativo hipotético y en contra del deber es una acción inmoral.

La acción inmoral conforme a la ley

               Imaginemos otro tendero que tiene la posibilidad de engañar a un niño indefenso que le reclama un caramelo. En la tienda y contemplando la escena se encuentra una señora que espera su turno. El tendero no engaña al niño (no le cobra de más), pero lo que guía su acción es la posibilidad de que la señora que ve la escena pueda comprobar que su acción es honrada y él una persona honesta. Si engañase al niño y la señora lo viese y lo contase a todos los futuros clientes su negocio iría a la ruina. El tendero ha hecho algo inmoral y su acción no tiene mérito alguno. Digamos que su acción es conforme a la ley moral, sin contradecir la ley, pero no por la ley. Su acción se ha guiado por un imperativo hipotético: “si quieres que tu negocio marche bien, no robes al niño”. Toda acción que se rige por un imperativo hipotético, pero conforme a la ley moral, como en este caso, es también una acción inmoral.


4. AUTONOMÍA Y FORMALISMO

            Antes de Kant todas las teorías éticas eran materiales. Toda ética material propone unos contenidos: un fin de nuestras acciones y unas normas para alcanzarlo; se rige, además, por imperativos hipotéticos y el hombre aparece como esclavo y determinado por inclinaciones y factores externos constituyendo una moral heterónoma.

               Consideremos un ejemplo de moral material: la moral hedonista de Epicuro. Propone Epicuro un contenido concreto: el fin del hombre es el placer y si queremos alcanzarlo debemos seguir ciertas normas; comer con mesura, por ejemplo. Es evidente que la ética de Epicuro se rige por imperativos hipotéticos: “si quieres el placer, come con moderación”. Además, la ética de Epicuro considera al hombre esclavo de cosas externas y de su  propia inclinación o deseo, en este caso el placer. Es una moral heterónoma. El hombre no se da a si mismo la ley por la cual se rige.
            La ética de Kant es formal, no propone contenidos, ni fines a seguir ni normas para conseguirlo, sólo propone una forma vacía: la ley universal de toda moralidad. La acción moral se realiza incondicionalmente, por respeto a la ley moral, siguiendo el mandato de un imperativo categórico: “no robes o no asesines. No porque quieras ser feliz o no ir a la cárcel, sino porque no debes hacerlo, sin más”. La moral kantiana es además autónoma. El hombre se da a sí mismo la ley y no se somete a factores externos a su voluntad como el deseo, el instinto u otra inclinación ajena a la razón. El hombre es pues verdaderamente libre.