domingo, 19 de enero de 2014

LA ÉTICA DE PLATÓN (VIDEO)

 
Platón especula a partir de sus propias experiencias internas en torno al alma, similares a las de cada uno de nosotros. Veamos cual es la naturaleza de esta especulación introspectiva. A veces nuestro interior, nuestra mente o alma, muestra algunas tensiones o contradicciones. Pasamos por una pastelería y queremos y no queremos comernos un pastel. Vemos fumar a un amigo y deseamos y no deseamos fumar. Fumar es malo, pero aporta placer. Se produce una especie de lucha interna. De este conflicto Platón deduce una cosa: el alma no es unitaria. Para que exista conflicto deben existir al menos dos partes en liza. Profundizando en esta experiencia, ¿qué podemos concluir? Yo sé que fumar me perjudica, tengo los conocimientos básicos para saber que el tabaco es malo para mi salud, es por ello que siempre que me dispongo a fumar me lo pienso dos veces. No obstante, tengo una inclinación, un deseo muy poderoso de fumar en determinados momentos. A veces, si mi voluntad es lo suficientemente fuerte, se pone al servicio de mi razón y no fumo. Venzo y someto de esta manera mi deseo de fumar. Otras veces, si mi voluntad es débil, el deseo vence y se impone a las consideraciones racionales, a mi propósito de no fumar. Si mi razón alcanza un conocimiento aceptable sobre los males del tabaco y fuese muy reflexiva a la hora de fumar; si mi voluntad fuese siempre fuerte y esta fortaleza fuese utilizada por mi razón para hacer cumplir sus propósitos venciendo siempre mis inclinaciones o deseos insanos, entonces resultaría un cierto equilibrio interior que me haría la vida más llevadera, me haría un poco más feliz. Esto es lo que viene a decir Platón con otras palabras. 


Para Platón el hombre está constituido por dos partes: cuerpo y alma. El alma a su vez se divida en tres partes funcionales (no materiales). Una parte racional, otra irascible (voluntad) y otra concupiscible (instinto o deseo). Cada parte del alma tiene varias funciones propias. La parte racional tiene la función propia de la sabiduría, la prudencia y el gobierno de las otras dos partes. La parte irascible tiene la función propia de la fuerza y la sumisión a la parte racional y la parte concupiscible tiene la función propia de la templanza o moderación en la expresión de sus deseos y la sumisión a la parte racional. Cuando cada parte del alma cumple sus funciones propias alcanza así su virtud. Cuando las tres partes cumplen su función propia se produce, entonces, la virtud más importante: la justicia, una especie de armonía interior. Y cuando la justicia se mantiene durante un largo periodo de tiempo se produce la felicidad, es decir, estamos un poco más contentos y con mejor predisposición de ánimo que si no se produce este equilibrio interior. 

La teoría de las tres partes del alma la expone Platón en el mito del carro alado. Compara el alma con un carro alado regido por un cochero o auriga y llevado por dos caballos: uno bueno, dócil, y otro malo y rebelde. Para que el carro avance (alcance la justicia), es necesario que el cochero (parte racional) pueda dominar a los dos caballos distintos y con distintas tendencias. Uno es bueno, fuerte, bello y dócil (parte irascible) y el otro es malo, horrible y rebelde (parte concupiscible.) Si esta situación se mantiene, finalmente el coche alado emprende el vuelo (alcanza la felicidad).

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